La Tête
Breve pieza teatral de un solo acto, de James Rhodes
PERSONAJES :
Un hombre desaliñado, nervioso, con barba de tres días, flaco.
Una mujer atractiva, rubia, demasiado buena para él.
Un hombre desaliñado, nervioso, con barba de tres días, flaco.
Una mujer atractiva, rubia, demasiado buena para él.
El hombre está tendido en la cama al lado de su novia. Los ojos se le abren de par en par junto a la mujer. Ella duerme. Él está despierto e inquieto. El reloj marca las 3:30.
Con su rostro sumamente expresivo, el hombre muestra que no debería estar con alguien tan extraordinario como ella. No debería estar compartiendo la cama con nadie. Coño, es que esa situación no tendría que ser tan normal, peligrosamente íntima, cotidiana.
La chica es demasiado guapa, buena, generosa.
El hombre la abraza. Ella no se mueve.
Él extiende el brazo y le aparta el pelo de los ojos.
Con su rostro sumamente expresivo, el hombre muestra que no debería estar con alguien tan extraordinario como ella. No debería estar compartiendo la cama con nadie. Coño, es que esa situación no tendría que ser tan normal, peligrosamente íntima, cotidiana.
La chica es demasiado guapa, buena, generosa.
El hombre la abraza. Ella no se mueve.
Él extiende el brazo y le aparta el pelo de los ojos.
HOMBRE : Cariño, te quiero muchísimo. Te echo de menos. Te deseo.
MUJER (con la voz ronca y aún medio dormida): Yo también te quiero, precioso. Todo va bien, tesoro. Te lo prometo.
MUJER (con la voz ronca y aún medio dormida): Yo también te quiero, precioso. Todo va bien, tesoro. Te lo prometo.
La joven se vuelve a dormir. El hombre empieza a acariciarle el pecho derecho y le besa el cuello. Lo hace de forma torpe, desesperada. Da mal rollo.
MUJER : Mmm. ¿Puedes dejarme dormir un poco más, cielo? Eres muy sexy. Todavía es prontísimo.
La mujer vuelve a dormirse.
El hombre sale de la cama con dificultad y una actitud pasivo-agresiva, se viste ruidosamente y da un portazo. Entra en la cocina y enciende la cafetera.
El hombre sale de la cama con dificultad y una actitud pasivo-agresiva, se viste ruidosamente y da un portazo. Entra en la cocina y enciende la cafetera.
HOMBRE (imitándola): «Todavía prontísimo»... Hay que joderse.
Una pausa que recuerda a Pinter.
HOMBRE (paseándose de un lado a otro con una rabieta, dirigiéndose al público): Joder, es que me odia. A cualquier otro se lo estaría follando a base de bien. Durante mogollón de rato. Seguramente ahora se está masturbando mientras piensa en algún gilipollas del gimnasio. En alguien que no es inseguro ni quejica. Uno de esos imbéciles llenos de aplomo y seguridad en sí mismos. Que puede decir la palabra «tronco» sin que le quede mal. También hablar de fútbol y resultar convincente. Encontrar y accionar una llave de paso.
Se sienta delante del ordenador con el café. Abre un programa, enciende un pitillo y empieza a teclear.
HOMBRE (hablando mientras teclea): Cariño: Estás en la cama tocándote y pensando en alguno de tus ex o en tu jefe o en algún otro mamarracho fornido y guapo mientras yo escribo esto. Lo sé. Así que tengo que castigarte desde el cuarto de al lado, utilizando solo la mente.
Da un sorbo al café.
Sé que ellos son todo lo que yo no soy. En mi imaginación los he convertido a todos, de forma mágica y sin esfuerzo, en personas dotadas de «un pollón y una genialidad absoluta». Me parece increíble que me estés haciendo esto. Estoy rabioso contigo. Tanto que estoy temblando. La adrenalina corre por mis venas. Los pulmones me van a estallar. Estoy colocado por tener demasiado oxígeno, o demasiado poco. No sé cuál de las dos cosas. Yo tengo razón y tú te equivocas. Sé en qué piensas de verdad y a quién y qué deseas de veras, y yo nunca seré nada de eso. En la vida. Gracias por dejármelo tan claro. Ahora, de nuevo, en mi mundo, las cosas encajan. El orden ha sido restablecido y las mariposas pueden revolotear a gusto y con impunidad. Otra vez, todo lo que amenazaba con alejarme del papel de víctima, con convertirme en alguien un poco feliz, satisfecho, humano, se ha desestimado y resuelto. Y ni siquiera son las cuatro y diez. Esto es por tu culpa, zorra cruel y despiadada.
El hombre mueve levemente la pantalla del ordenador. Abre el cajón de la cocina, saca un cuchillo y se rebana el cuello.
FIN
FIN